Los meniscos son dos cuñas en forma de media luna de fibrocartílago colocadas entre la tibia (hueso en la pierna) y el fémur (Hueso en el muslo) en el espacio articular de la rodilla. Solían considerarse restos de un músculo dentro de la rodilla, pero ahora se reconoce que tienen varias funciones importantes. Actúan como repartidores de carga  y amortiguadores,  y también funcionan como estabilizadores secundarios, particularmente en ausencia del ligamento cruzado anterior.  Se le han relacionado otras funciones como lubricación articular y nutrición del cartílago articular. 

Los desgarros meniscales son la lesión más común de la rodilla, pueden ocurrir en lesiones agudas de rodilla en pacientes más jóvenes o como parte de un proceso degenerativo en personas mayores. Los desgarros del menisco medial ocurren con más frecuencia que los desgarros del menisco lateral, en una proporción de aproximadamente 2: 1.  La porción central de un desgarro puede ser inestable y puede desplazarse hacia adentro dentro de la articulación de la rodilla y causar el bloqueo mecánico de la articulación y dolor, esta lesión se denomina asa de balde.

Dada la importancia de la función que cumplen los meniscos, es fundamental mantener la anatomía y morfología de las estructuras para que realicen su función; sin embargo debido a la complejidad y  cronicidad de la lesión, no siempre es posible lograr una reparación, por lo que se recurre a la extirpación parcial de la porción lesionada o en casos muy severo el trasplante meniscal en pacientes jóvenes; el tratamiento según la extensión y complejidad de la lesión puede ser conservador o quirúrgico mediante técnicas de reparación avanzadas de mínima invasión como la artroscopia.